Importancia del rol de las familias en el tratamiento de la obesidad infantil

La obesidad infantil es uno de los problemas de salud pública más graves del siglo XXI. La prevalencia ha aumentado a un ritmo alarmante. Los niños obesos y con sobrepeso tienden a seguir siendo obesos en la edad adulta y tienen más probabilidades de padecer a edades más tempranas enfermedades crónicas no transmisible como diabetes, hipertensión arterial y enfermedades cardiovasculares. La obesidad es una patología prevenible, por lo tanto deberíamos dar una gran prioridad a este tema.

Numerosos estudios señalan que la obesidad se asocia con problemas en el funcionamiento familiar, hábitos alimentarios poco saludables y dificultades para ofrecer contención emocional y conductual que necesita la persona obesa en proceso de recuperación. Además, en estas familias se han normalizado los hábitos alimentarios poco saludables responsables de la obesidad. Un dato que refleja esta influencia familiar es que el 58% de los obesos tienen familiares también con esta patología, frente al 14% de las personas sanas.

Hasta ahora los tratamientos se han basado en dos pilares básicos: los planes de alimentación hipocalóricos y la incorporación de la actividad física. Estas variables han demostrado ser necesarias pero no suficientes para el abordaje del sobrepeso y la obesidad.

Existe un gran volumen de evidencia científica que corrobora los factores psicológicos y familiares de la obesidad.

Estos factores pueden clasificarse en factores facilitadores y mantenedores de la obesidad. Entre los factores facilitadores de la obesidad destacan el valor  de algunos alimentos asociados a celebraciones o reuniones familiares y el hecho de pertenecer a una familia con una fuerte “identidad obesa”.

- El nivel socioeconómico de la familia (estatus elevado en países con escasos recursos, estatus económico bajo en países desarrollados) constituye otro de estos factores que facilitan el desarrollo de la obesidad.

- Otros factores como el clima, el fácil acceso a la comida y el abuso de actividades de ocio sedentarias (TV, videoconsolas) aumentan las posibilidades de que la obesidad en el niño se desarrolle

En los factores mantenedores se encuentra parte de la explicación al fracaso de los tratamientos biomédicos de la obesidad. Entre ellos destacan:

- Dificultades para establecer relaciones sociales gratificantes

 - Malos hábitos asociados a la comida en el entorno familiar

- Falta de implicación de los miembros del grupo familiar

- Falta una adecuada pauta alimentaria - Sustituir alimentos sanos por alimentos rápidos y altamente energéticos

- Saltarse comidas o picar constantemente durante todo el día

- No llevar a cabo un ejercicio físico continuado

- Dificultades para el manejo de las emociones

 

¿Por qué comemos?

Comemos no solo por necesidad energética. Comemos porque es la hora, porque tenemos algún festejo, porque estamos nerviosos, angustiados, aburridos, ansiosos, tristes

A lo largo de la vida lo que ingerimos refuerza y recompensa el acto de comer, de tal manera que luego, aun sin hambre o sin necesidad de energía, buscaremos comida para obtener ese placer memorizado. Luego todo lo asociado a la comida será estimulante. De esta manera buscamos sensaciones placenteras, no alimentos, buscamos sentirnos bien y lo “disfrazamos” de comida.

Muchas veces los adultos colaboramos con esta conducta al utilizar “premios” o “castigos” para nuestros niños relacionados con los alimentos (por ejemplo cuando fomentamos una buena acción de nuestros hijos premiándolos con un dulce, o llevándolos a comer a su lugar de comida rápida favorito, o cuando condenamos alguna  mala conducta obligándolos a ir a dormir sin postre)

 

Las preferencias alimentarias de los niños

No resulta fácil hoy en día lidiar con las preferencias alimentarias de los niños. Desde pequeños aprendemos a elegir determinados alimentos. Lo cierto es que muchas de estas referencias no son innatas, sino que se aprenden a fuerza de repetirlas, de obtener placer o recompensa y de esa manera se “archivan” en nuestra memoria. Solo se ha comprobado una cierta preferencia por el sabor dulce y una aversión por el amargo desde los primeros meses de vida, el resto son entrenadas. Existe evidencia de que un alimento tiene que ser probado entre 10 y 15 veces para ser bien aceptado, o para ser rechazado finalmente. Por lo tanto, como adultos tenemos una función importante y un rol casi protagónico en este proceso de aprendizaje y preferencia alimentaria de los niños. Muchas veces la rutina, el cansancio, la impaciencia, el stress, el poco tiempo, nos impulsan a ofrecerles a nuestros niños sus comidas favoritas, que por lo general suelen ser rápidas, ricas en grasas, azucares, carbohidratos, sin saber que de esta manera estamos colaborando con un “archivo” alimentario limitado y reducido que “arrastraran” durante toda su adultez y favorecen el sobrepeso, obesidad y otras patologías relacionadas.

Debemos fomentar una alimentación variada y equilibrada. Ofrecer los alimentos nuevos o los rechazados por el niño en varias ocasiones antes de eliminarlos por completo del menú.

TIPS A TENER EN CUENTA:

Fomentar porciones saludables

La plasticidad cerebral es máxima en los primeros años de vida, cuando se adquieren los aprendizajes imprescindibles para la adaptación al medio.  Este tiempo se considera “critico” en muchos aspectos, pues el cerebro del niño se encuentra “permeable” y está óptimamente preparado para adquirir nuevas funciones y aprendizajes. Una de ellas es la saciedad. La saciedad en los humanos no depende tanto de un proceso biológico, sino de un aprendizaje previo. Durante los 3 primeros años de vida el niño autorregula su porción de comida, es decir, come si siente hambre y deja de comer al sentirse saciado.

A partir de esa edad la mayoría pierde esa capacidad de autorregulación al “contaminarse” del medio ambiente que lo rodea (mandatos o imitación de sus padres por ejemplo) y de esta manera los mayores “entrenamos” a nuestros hijos para dejar de escuchar sus propias señales

Estimular la actividad física en nuestros hijos

Es una realidad que la tecnología ha invadido nuestra cotidianeidad y que le hemos abierto la puerta de nuestros hogares permitiendo que en muchas situaciones sea protagonista de nuestras vidas y los niños no están exentos de eso. Desde muy pequeños aprenden a rodearse de implementos tecnológicos (TV, tablets, notebooks, celulares, play station) y adquieren grandes habilidades en su manejo. Esta conducta fomenta el sedentarismo desde muy pequeños, lo que terminara convirtiéndose en un habito que probablemente permanezca en la edad adulta.

Es muy frecuente que su entretenimiento y diversión dependan casi exclusivamente de la tecnología, pasando gran parte del día frente a ellos. Es necesario que como adultos limitemos las horas de exposición a estos aparatos y fomentemos las actividades recreativas al aire libre, las actividades físicas, deportes en equipo, juegos en la plaza, etc.

Recomendaciones a la hora de comer:

-Crear un ambiente agradable, sin discusiones a la hora de comer, sin aparatos electrónicos de por medio (TV, celulares, etc)

-Toda la familia sentada a la mesa

-Fomentar la autonomía del niño a la hora de comer, alentarlo a usar los cubiertos, a comer solo

-Fomentar una alimentación variada y equilibrada

-Evitar ofrecerles porciones mayores a las que ellos necesitan

-No premiar o castigar con comida

-Predicar con el ejemplo. Los niños aprenden por imitación más que por mandatos, por lo tanto deberíamos preguntarnos como adultos, padres, familia…..que ejemplos estamos dando a nuestros niños?

CONCLUSIONES

Es un dato relevante que uno de los principales factores de riesgo de inicio de los trastornos de la alimentación es una historia de obesidad infantil, de ahí que preocupe especialmente intervenir de forma eficaz en dicha población.

Por ello es necesario actuar cuanto antes para que el niño con obesidad pierda el exceso de grasa y aprenda qué es una alimentación y estilo de vida saludables. No sólo es imprescindible la modificación de estos hábitos sino también conseguir que éstos se mantengan en el tiempo. Para lograr este fin es necesario trabajar variables personales que permitan un mayor reconocimiento y manejo emocional y una mejor identificación de la autoestima y de la imagen corporal.

Otro factor que se refuerza en estos pacientes aquellos aspectos psicológicos que se relacionan con la vulnerabilidad o fragilidad. Esos factores personales pueden caracterizar también a algún miembro de la familia y, por tanto, a las formas de educar y de formar que pueden conducir a maneras de relacionarse con la comida poco adecuadas. Frecuentemente, la alimentación se convierte en un modo de vehicular o suplir deficiencias. Es importante evaluar y reconocer las emociones vinculadas a la comida y a partir de ellas ir aprendiendo a manejarlas.

 

Dra. Natalia Pellicciotti

Mg.. Prelas Mariana

Departamento Altue- Trastornos de la conducta alimentaria.