Cuando nos dejamos solos.

- ENCANTO EN LO COTIDIANO - Anita Binetti

¿Cuántas veces nos dejamos solos?!

Cuando nos damos cuenta que estamos sufriendo, pasándola mal, viviendo momentos de incertidumbre, haciéndonos preguntas grandes con pocas respuestas. Cuántas veces estamos en la nostalgia del pasado o sintiendo angustia y nos dejamos solos. Cuántas veces nos duele el cuerpo, la vida misma, se nos hace arduo el camino y el caminar pesado. Registramos extrañeza en lo cotidiano y soledad, cuántas de estas veces nos dejamos solos.

¿Qué es dejarnos solos, solos de nosotros mismos?

Nos invito a reflexionar acerca de cuántas veces desmerecemos ese dolor que experimentamos, nos juzgamos por lo que sentimos, decimos que no deberíamos sentirnos así, que estamos exagerando o hasta experimentamos culpa por lo que vivimos en esos momentos, queremos salir corriendo de los que estamos atravesando.

Nos dejamos solos, dejamos en un rincón a una parte nuestra que está sufriendo, la rechazamos. Esa parte que se pone caprichosa, la que ve todo negro y oscurece el alrededor. A la parte frustrada, la que no entiende y se queda blqueada la dejamos apartada, en un espacio reducido de nuestro mundo interno y chilla, hace de las suyas para ser vista y no queremos ni mirarla.

Así en general el dolor se hace más pronunciado, pasa a ser sufrimiento cuanto menos reconocemos a esa porción que está dolorida, retenida o abandonada.

Cada vez que queremos reponernos rápido, que queremos dejar de sentir. Cada vez que nos retamos, que nos desmerecemos, quedamos divididos, nos escindimos, con la ilusión de dejar fuera del alcance de la conciencia a esa zona oscura que nos aprieta. Es una parte de nosotros a la que le damos vuelta la cara.

Es así como nos dejamos solos. Muchas veces porque sostenemos la creencia de que ese dolor no es mio, o que me afea, que me debilita. Otras veces creemos que si nos alejamos no nos va a invadir, tenemos miedo de no poder con él, que ya no podamos salir nunca más. Que nos tome por completo es estado.

Muchos maestros, sabios y personas que estudian acerca del crecimiento personal y el bienestar nos enseñan que el camino es integrarnos y alcanzar mayores grados de libertad personal y a eso lo podemos ir logrando al permitir que se despliegue lo que aparece, permitir que la experiencia cualquiera sea nos nutra. Para esto es prioritario detenernos y observarlo.

Así la parte que duele, aquello del mundo del sentir puede ser parte del todo que somos y es contenida, puede ser reconocida y tiene su lugar. Cuando lo hacemos algo de nosotros se calma, la respiración cambia en algún aspecto y de la experiencia se vuelve más clara, podemos sentir el cuerpo más espacioso y podemos relajarnos.

En vez de salir corriendo de nosotros, nos acercamos a lo que duele, nos acercamos con la resistencia y el miedo que puede darnos. Decidimos mirar con interés amoroso y recibimos lo que nos visita, la emoción que se despierta, el alerta que nos invade y nos dejamos con_mover.

Es permitirnos la experiencia de apertura a lo que es, entrega a la verdad que se presenta en el sentir. Es ir a otro espacio interno con tiempo para explorar qué tiene escondido, qué nos quiere contar, qué información nos acerca, siempre es una nueva noticia acerca de nosotros mismos. Es vital conocerlo y valioso poder integrarlo como parte de uno mismo, así nos hacemos amplios y flexibles, libres y “nos tenemos” más. Amigarnos con lo que duele es amigarnos con aspectos nuestros que estaban en sombras. Respetarnos es acompañarnos y no dejarnos solos es cuidarnos, cobijarnos, es crecer.

Cuando nos animamos a mirarnos más enteros, aún con miedo e incertidumbre o hasta a veces con vergüenza, nos ofrecemos espacio de libertad y salimos fortalecidos, somos valientes y nos podemos descubrir poderosos. Seguro sumamos recursos personales para seguir afrontando cada una de las experiencias que viviremos.

¿Cómo podemos acompañarnos?

  • Tomando nota de los sentimientos, sensaciones que despiertan en mí las circunstancias, los hechos en los que estoy participando. 

  • Detectando qué parte del cuerpo está más involucrada y cómo duele, cómo siente lo que siente.

  • Decidiendo observar la respiración en estado natural, sin intervenir y luego dándole espacio y ritmo para calmarnos.

  • Podemos comentarles a otros cómo nos sentimos, generar espacio de con_versación, encuentro en la comunicación.

  • Podemos pedir la colaboración de un terapeuta que acompañe el proceso de mirarnos.

  • Darte permiso para reconocer cualquier necesidad afectiva emocional que tengas y buscar alternativas para abordarla, es vital, es revitalizante, es nutritivo Eso es “No dejarnos Solos de Nosotros mismos.”

CONFIAR en cada escollo, en cada dolor, en cada emoción que aparece porque TRAE consigo un nuevo camino, una nueva manera de ver, una nueva posibilidad para el SER.

Anita Binetti